Extracto del libro
Prólogo por Elvira Roca Barea
Desde que adquirí este libro en inglés me pareció evidente que tenía que ser editado en español. Afortunadamente, después de algunos intentos frustrados, la editorial Siruela, siempre al quite, ha tenido a bien publicarlo en nuestro país. Se trata de un libro pequeño y, por ello, doblemente interesante, y no solo por lo que Gracián resumió con la frase lapidaria: «lo bueno, si breve…». Hay otro factor muy a tener en cuenta o quizá dos. El primero es que La plata y el Pacífico nos enseña un capítulo esencial de la historia universal, como es la primera etapa de la globalización económica a partir del eje del Pacífico que crea el Galeón de Manila o Nao de China, que es muy desconocido del gran público, así hable inglés, español o chino.
Tenemos, por lo tanto, un periodo y unos hechos esenciales en la evolución del mundo que son ignorados por ese público de personas cultas que están interesadas en la historia del género humano y que no son especialistas o historiadores profesionales. Hace ya tiempo, aunque no mucho, que algunos de ellos sí saben de la importancia que tuvo la conexión entre el Imperio Habsburgo y el Imperio Ming a través del Pacífico. Una de las ventajas que tiene este texto, como en su lugar el lector podrá comprobar, es que explica las razones por las cuales ignora lo que el libro le cuenta. Es muy famosa la frase de Kipling según la cual Oriente es Oriente, y Occidente, Occidente, y nunca llegarán a encontrarse. Sin embargo, se han encontrado y, lo que todavía desconcierta más, en las últimas décadas Occidente parece que va perdiendo el partido. Morales y Gordon ofrecen algunas claves para descubrir los motivos por los que esto sucede. Para ello hay que retroceder en el tiempo, porque el mundo en el que ahora vivimos es el resultado de una evolución que comenzó con el proceso de expansión de los reinos ibéricos a finales del siglo XV, y no en el siglo XIX. Como se verá, es mucho lo que este libro pequeño ofrece.
Ellos fueron, España y Portugal, la vanguardia de Occidente en la globalización del mundo. Es un proceso complejo y apasionante, que arranca cuando españoles y portugueses comienzan a buscar rutas alternativas a las tradicionales para acceder al producto estratégico del momento, el que da mayores beneficios: las especias. Porque este, y no otro, es el objetivo de Cristóbal Colón. Y contra lo que muchas personas creen este proyecto comercial no se detiene con la gigantesca aparición (¡enorme obstáculo!) de América entre los continentes. Se sigue una década tras otra buscando el camino de Asia, ir a Oriente por Occidente, que es la única alternativa que España tiene si no quiere (y no quiere) colisionar con los portugueses abriéndose camino por las costas africanas y el Índico.
Estrellándose una y otra vez contra las dificultades de la geografía, los españoles de aquel entonces terminarán siendo los primeros en dar la vuelta al mundo, lo cual es desde luego un hito en la historia de la humanidad… y de camino un negocio fabuloso. No se olvide que el viaje de Elcano, con un solo barco, no solo pagó todos los gastos de la expedición, que fueron enormes, sino que además dio a los accionistas pingües beneficios. Porque Juan Sebastián Elcano estaba atento al negocio y La Victoria venía cargada de especias, sobre todo clavo, hasta donde podía soportar.
El libro de Morales y Gordon comienza su aventura en el siguiente paso en el proceso de globalización comercial: la expedición de Andrés de Urdaneta, que dio como resultado la creación de una línea comercial estable a través del Pacífico en 1565, lo que conocemos como el tornaviaje. Urdaneta consiguió vencer lo que se mostraba como un obstáculo insalvable para establecer esa ruta tan buscada y deseada. Ese obstáculo era el Pacífico, porque parecía imposible atravesarlo desde Asia hacia América. Para allá se iba con relativa facilidad, pero luego no había manera de volver, con los vientos y las corrientes siempre en contra. Todos los intentos que se hicieron acabaron en fracaso o catástrofe, y es que no era fácil.
Cuando Andrés de Urdaneta se hace cargo del proyecto por orden directa de Felipe II puede decirse que la travesía del Pacífico se había convertido en una misión imposible. Aquel empeño había costado ya mucho dinero y muchas vidas, pero no hay que olvidar nunca que el comercio hispano estaba pendiente de las fluctuaciones del mercado. Desde 1545 el precio de la pimienta había experimentado un crecimiento espectacular. Ya era cara antes, pero en estos años alcanza tal nivel que otras potencias se animan a intentar desafiar el casi monopolio portugués. Incluso las rutas terrestres, poco activas desde hacía tiempo, se reactivaron. Llevaban décadas languideciendo, desde que se abrieron las marítimas. Para entenderlo hay que tener en cuenta siempre la presencia de los turcos, que exigían costosos aranceles. A esto hay que añadir la demanda creciente de seda, tela de lujo a la que las clases altas son cada vez más aficionadas.
Una vez que Urdaneta prueba que su sistema para volver es eficaz, comienza un flujo comercial que hará posible el intercambio de bienes muy diversos y que durará más de dos siglos. Los cambios que el Galeón de Manila va a producir son esenciales para entender el desarrollo de la Edad Moderna tanto a nivel económico como cultural. Nuevas rutas comerciales se abrirán en la América hispana para conectarse con el eje asiático, y la plata se transformará en el producto esencial que permitirá el nacimiento de la primera moneda de uso mundial: el real de a ocho. Al mismo tiempo, la plata hispanoamericana se convertirá en un motor de desarrollo en el interior de China.
Es fácil de entender. China no tiene plata y carece de una moneda de valor intrínseco con que comerciar, especialmente en el exterior. Por eso inventan y usan el papel moneda. Esto también lastra los ingresos del Estado, porque afecta al circulante. Las monedas de bronce o cobre son de poco valor y el papel moneda es un producto demasiado sofisticado como para servir en la vida diaria. Por eso los impuestos también se pagan en especie o con trabajo. La plata americana suministrada con calidad y regularidad permitirá un cambio importantísimo en el modo de pagar los impuestos, que ya no se harán efectivos ni en especie ni con trabajo, sino con moneda de plata normalmente reacuñada en China. Esto traerá como consecuencia una mejora sustancial de las finanzas del Estado y mayores ingresos.
Manila se transformará en la fascinante ciudad que hará posible todos los intercambios, en el nudo comercial más importante del mundo. A tres o cuatro días de navegación de los puertos chinos, la ciudad asiste a un constante ir y venir de juncos que llevan y traen la mercancía hasta Filipinas. Los españoles no necesitan un Macao. Pronto entre 10.000 y 20.000 sangleyes (comerciantes chinos de Filipinas) vienen a vivir a la ciudad y el Parián de Manila se transforma en el primer barrio chino del mundo. De allí recibimos las peinetas, los abanicos y los mantones de Manila, entre otras cosas. Es difícil hoy valorar la importancia de estos intercambios, en gran parte porque los estudios históricos sobre ellos son escasos y durante mucho tiempo estuvieron casi abandonados. El libro de Morales y Gordon nos abre una puerta (afortunadamente no es la única) que puede hacer comprender a gran número de lectores que el fenómeno de la globalización comenzó mucho antes de lo que se piensa habitualmente y, desde luego, tenía ya una trayectoria sólida antes de la expansión colonial anglosajona y de la emergencia de los Estados Unidos como potencia mundial.
La relación simbiótica entre el Imperio español, especialmente los virreinatos americanos, y China es difícil calibrar hasta donde llegó, pero algunas coincidencias en las fechas producen perplejidad. Por ejemplo, la gran crisis de mediados del siglo XVII. Cada vez va resultando más claro que esta época de gran conflictividad, empobrecimiento generalizado y descenso demográfico está muy relacionada con el clima y unos años terribles de inviernos largos y destructivos y, en consecuencia, malas cosechas. Ni que decir tiene que tormentas y mal tiempo afectaron también a las rutas comerciales. El hecho es, y aquí queda para reflexión, que la archiconocida batalla de Rocroi, que, según el relato histórico habitual, marca un momento de profundo declive del poder español en Europa, sucede casi al mismo tiempo que la caída del Imperio Ming. Rocroi en 1643, y la toma de Pekín por los manchúes, con los que nacería una nueva dinastía, la Qing, en 1644. De Rocroi se va directamente al Tratado de Westfalia en 1648 y con él al comienzo del balance of power, que tuvo muy poco de balance y resultó tremendamente inestable, pero desde luego del que España no participa.
Para hacerse una idea de la importancia de esta conexión por el Pacífico hay que tener en cuenta que la China de los Ming era la principal potencia económica del planeta. En su interior vivía un 25 por ciento de la población del mundo y generaba en torno a un 40 por ciento de su PIB. Su capacidad de producción era inimaginable para los occidentales. Y lo sorprendente de esta historia es que durante casi dos siglos y medio la relación entre estos dos gigantes, la monarquía hispánica y China, fue mutuamente beneficiosa. Y cuando el poder de una se vino abajo, también lo hizo la otra, y por motivos muy semejantes. Pero eso es otra historia.
Son muchas y variadas las consecuencias de lo que aquí apenas apuntamos. El libro de Morales y Gordon nos explica no solo lo que significó en el pasado, sino lo que a día de hoy sigue significando para comprender el presente e incluso el futuro de las relaciones entre Oriente y Occidente, y, muy especialmente, la relación de China con Hispanoamérica.
Para acabar se hace preciso explicar el cambio de título y por qué The Silver Way se edita en español como La plata y el Pacífico. Este cambio tiene una explicación muy sencilla. Para un público español cualquier traducción de The Silver Way, ya sea ruta, vía o camino de la plata, remite automáticamente a la que cruza España desde Sevilla hasta Asturias pasando por Salamanca y que tiene su origen en la calzada romana que unía Augusta Emerita (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga). Esto podría dar lugar a confusiones que se han resuelto con este cambio. Nada más queda por decir sino felicitar a los autores y animar al lector a adentrarse con ganas y sin prejuicios en este capítulo fascinante de la historia universal.